Mario Medina Rojas

Melena ensortijada, auto deportivo, fama, glamour. Hasta en una película (El Futbolista Fenómeno) con Resortes salió actuando. Un futbolista que se lucía utilizando las dos piernas. Dominó los extremos del campo hasta que con la experiencia de los años obtuvo la libertad de jugar en medio del campo. Su carrera estuvo marcada por un entrenador. Mario Medina nunca ha olvidado al técnico que lo encaminó y se declara uno de sus más fieles discípulos.

“Es una casualidad ¿no?. Cuando llego a Toluca, el entrenador en jefe
es don Nacho Trélles. Llego a la selección y el entrenador en jefe, Nacho
Trélles, llego a Cruz Azul y el entrenador en jefe es Nacho Trélles. Entonces me preguntan que si soy “Trellista”, y pues sí, sí soy “Trellista”, dice el veterano.

Jugó doce años para los Diablos Rojos del Toluca y fue campeón. “Para mí es lo máximo. Fuimos campeones en 1974-75. Nos bautizaron como los “Cangrejos Rojos”, un equipazo de veras, dirigido por Don Ricardo de León”, y se sigue explicándome las peculiares formas de entrenamiento que tenía el uruguayo. Muchas veces ensayaban sin balón y con el arquero sentado y leyendo una buena revista.

Medina fue seleccionado nacional y José Antonio Roca lo llevó al mundial de Argentina 1978. Cruz Azul ya le había echado un ojo y lo contrató con la transacción más cara del año. Mario estaba muy emocionado pero cargando la tristeza de haber dejado a su querido Toluca. Y ganó dinero, sin duda, pero también el tiempo lo puso en su lugar cuando se excedió en su forma de ser y de vivir. Con sinceridad me platica que “el dinero era, sí importante, luchaba por ganar más, pero venía siendo como lo secundario. A mí lo que me interesaba era jugar”.

Minuto 91

¡Ah! (sonríe irónicamente), el Minuto 91... pues mira, llega por desgracia con una lesión, porque la verdad mi meta era jugar más de lo que yo había visto que jugara Vicente Pereda, que fueron sus 16 ó 17 años. Yo tenía eso de ejemplo, yo decía:  “Yo tengo que jugar más que él, más…”

Ese día de mayo de 1981 dije hasta aquí llegaste, lo sentí. Sentí el golpe, sentí que tronó. Caí, me quise levantar a reclamarle, a patearlo. No sé, a echármele encima y me doblé. Se me fue el pié, en el momento en que me caí dije: “Mario, hasta aquí llegaste, se acabó” y efectivamente, ese partido lo íbamos ganando 1-0, faltaba un minuto para terminar el encuentro. A media cancha, recibo una jugada con Nacho Flores, hago la pared, giro y en el giro, en la pierna de apoyo, el golpe. En ese partido el árbitro era Mendoza Guillén, no marca falta, no expulsa al jugador, no hay nada. Ni tarjeta ni nada, ¿por qué? Porque el balón queda entre la jugada y el árbitro. Él ve el balón, él sigue con la trayectoria del balón, pero cuando voltea me ve a mi tirado y a (Javier) Aguirre levantándose.

Minuto 91, pitó el final el árbitro, y ahora, ¿y ahora qué sigue? ¿cómo llego a la casa?, ya no corro, ya no entreno, ya no sirvo para el futbol. Entonces a raíz de eso pues me meto a mi negocio. Me dice mi esposa
¿qué ponemos?... La relación de Toluca, los quesos, las cremas, el chorizo. Pues vamos a poner una tienda, pues vamos a poner una tienda. Y empezamos a trabajar y gracias a Dios, desde el 85-86* que me retiré es el negocio que me mantiene.

*Mario intentó volver con Cruz Azul y con Monterrey, pero su lesión nunca sanó al 100%.
*Él tiene su tienda de abarrotes con servicio de tortas en la colonia Florida de la ciudad de México.

Amado “Tarzán” Palacios

Hace 40 años, cada vez que había una bronca en la cancha, muchos jugadores esperaban no encontrarse nunca frente a uno de los hombres más temidos de entonces: Amado “Tarzán” Palacios. Este hombre que defendía los tres palos con pasión y con una notable fortaleza física, además de ser jugador de futbol, dominaba el Karate Do.
“Ese apodo - el Tarzán - viene de Cruz Azul. A mí, Jorge Marik me decía ‘toca el poste’ y me aventaba con las manos al ángulo y llegaba yo sin problemas. De ahí surgió el nombre del “Tarzán”, porque volaba yo mucho”, relata  el hombre de la voz estruendosa.
Amado Palacios inició su carrera con el Necaxa allá por el año de 1957. Con los Electricistas sólo contempló el juego desde la banca y cuando Cruz Azul logró su ascenso a la Primera División fue contratado como refuerzo de las entonces llamadas Liebres de Jasso, Hidalgo.
“Yo llegué a Cruz Azul cuando ascendió a Primera División en la temporada 1962-63. Fui contratado por don Jorge Marik Puskas y Francisco González Gatica. Ellos fueron los que me pulieron, por decirlo así. Ahí fue donde tuve la oportunidad de debutar en Primera División”, dice el “Tarzán”, sumido en los recuerdos de las viejas fotografías.
En 1969, y después de ser campeón, pidió su salida de Cruz Azul y pasó al Poza Rica de Segunda División. Para el mundial México 1970, fue el portero titular de la selección nacional B. Representar al equipo mexicano propició que el América contratará sus servicios.
Amado Palacios volvió a ser campeón. Sin embargo, la victoria tuvo un toque amargo. Jugó casi todos los partidos de la temporada 1970-71, no obstante, el entrenador, José Antonio Roca, le quitó la titularidad en los últimos encuentros para que Prudencio “Pajarito” Cortés ocupara su lugar. Obviamente, el sentimiento se lo tragó con lo que implica estar sentado y ver de lejos su meta, la puerta que había defendido como un guerrero.
En 1974 América decide vender al “Tarzán”. La familia Palacios ya estaba instalada en Veracruz, pero, de pronto, los planes cambiaron. “Inesperadamente me dijeron que no me iban a vender. Prudencio Cortés, el “Pajarito” no quería firmar. Para esto, cuando yo salí habían contratado a Rafael Puente y el Pájaro no quería firmar”, explicó a grandes rasgos.
Pero de los hechos, Palacios pasa a la denuncia: “Regreso de Veracruz, vine a hablar, no fui escuchado, no me dijeron ‘no, pues quédate!. Panchito Hernández y José Antonio Roca no me dijeron nada. Me molesté mucho. Les dije: “saben que, señores, no juego con el Veracruz, no juego con ustedes y me voy a retirar un año’. Al año recuperé mi carta”.

Para 1975 fue el portero de los Cachorros del Atlético Potosino y se vistió de héroe al salvar del descenso al equipo en un partido de antología contra el Atlante en el estadio Azteca. La temporada siguiente Zacatepec convocó al héroe, pero la batalla fue muy distinta: los Cañeros abandonaron el máximo circuito.
“Salve uno, pero el otro obstáculo ya no lo pude salvar”, no hay más comentarios del “Tarzán”.
Minuto 91
Imaginen una pequeña tortería en la colonia San Rafael de la ciudad de México. Una pared completa está convertida en un altar. Fue su propia familia quien juntó las fotos y los recuerdos y se los puso en un lugar donde nunca pudiera dejar de mirar y que lo lleva y lo trae en el tiempo. Ante su templo, el Tarzán relata el fin de su carrera, la llegada de su Minuto 91.
“ Cuando yo pensé en el Minuto 91, pues dije: ¡señor!, hay que agarrar al toro por los cuernos y esa fue mi situación; que tuve que decidir en un momento justo, no quise ser segundo portero, la verdad es que a nadie le gusta estar en la banca, te lo puedo asegurar. Y menos cuando tú trabajas, te esfuerzas en los entrenamientos y no ves reconocido eso. Desgraciadamente dije adiós al futbol.”
“En el Zacatepec, créeme que era un equipo que se veía de mucha garra y yo observaba que los jugadores, probablemente porque no había cumplimiento de los honorarios a la quincena o al mes, estaban sumamente desmotivados. Tú sabes que hombre previsor vale por dos. Tú siempre tienes que guardar algo. Una reserva para poder llegar a subsistir cuando suceda esa situación y la verdad dije: mejor aquí le paro, me voy en el Minuto 91”.
Hay historias que cuentan que Amado Palacios trabajó hasta de guardaespaldas, aprovechando su destreza en las artes marciales, pero fue su familia quien ya había trazado un camino, sólo faltaba empezar a recorrerlo.
“Mí familia ha tenido negocios de comida, de restaurantes, de pescaderías, todo eso. Entonces yo dije bueno, si mi madre me inculcó que tenia que saber todo lo que está relacionado con las artes culinarias, pues algo que se me haya pegado y la práctica, empecé a hacer mis negocios. Tuve tres negocios de tortas. Ahorita la matriz es la que está aquí en Manuel María Contreras y las otras dos las tuve que cerrar por falta de personas honestas porque, como dicen vulgarmente: ‘echaban su gatito a retozar’. El negocio se llama “Las Tortas del Chef”.
Mientras continuaba su relato, recordó que no habían pasado ni 48 horas de que sufriera el último asalto.
“No creas que la situación está muy boyante, pero no me quejo. Lo que sí te digo es que la delincuencia esta difícil., pero hombre agradecido es bien nacido, así lo dijo una vez don Guillermo Cañedo, se quedaron muy grabadas en mi mente esas palabras”.
No es por nada pero las tortas son de lo mejor, en especial la llamada torta del Chef.

Bonifacio Nuñez Vega

Jugaba para la Unidad Morelos del Seguro Social. Una ocasión fui expulsado. Me dirigí con el árbitro y le dije: no vengo a que me dé mi registro sino a que me diga donde encuentro un libro de reglas porqué me expulsó por conducta incorrecta, se me hizo muy dominguera la expresión, la frase. Fui, compré el libro y empecé a leerlo. Una vez, faltó un árbitro, mi entrenador se quitó el silbato y me dijo: a ver, métete a arbitrar. Yo creo que ahí me picó el cáncer del arbitraje.
El arbitraje es celoso, es una autodisciplina celosa. Era un árbitro que gozaba el arbitraje. Yo llego el 19 de abril del 76 al futbol profesional. Mi debut en primera división fue en 1980 (dirigió su primer partido cuando se enfrentaron Universidad de Guadalajara y Atletas Campesinos) hasta el 24 de marzo de 1996, en un partido América-Cruz Azul.
Hice cosas que no debí haber hecho, que muy probablemente propiciaron que no me dieran un clásico nunca: el hecho de encarar a un jugador o que hubiera un diálogo fuerte porque había diálogos fuertes. Yo nunca arbitré Chivas-América.
Creo que fui un árbitro diferente, singular, porque si algo me gustaba -yo jugué futbol- era que hubiera justicia en el terreno de juego, que nadie sacara ventaja. No le quedé a deber al arbitraje, ni el arbitraje me quedó a deber, no, no, nunca…
Sí, mire, mi Minuto 91 (M91), ¡híjole!, el más emocionante; el más emocionante porque ya me había yo venido preparando, porque muchas ocasiones la Comisión de Arbitraje nos prepara para llegar a la primera división pero no nos prepara para decirnos váyanse. Entonces, prácticamente un año previo empezaba yo a hablar con mis hijos y a decirles que ya se iba a acabar; se iba a acabar a lo mejor de Tampico, los ceviches, se iban a acabar el cabrito de Monterrey, las glorias, en fin, tantas cosas que les traía yo.
Cuando a mí me dan ese partido, América-Cruz Azul, yo dije este es el momento. Un estadio casi lleno, un partido de jerarquía. Yo había tenido dificultades con la Comisión de Arbitraje, con el que era presidente (Edgardo Codesal), entonces yo dije, no, a que me quedo. Faltaban pocos minutos y ya se va acabando el partido; no me voy a volver a vestir de árbitro, no voy a volver a estar en esto, es muy duro, a pesar de que viene uno preparándose psicológicamente, pero ese M91 es muy duro. Fue una emoción terrible y me puse a llorar, se acabó.
Debo decir que jamás en la vida me pasó por aquí que yo me pudiera dedicar al periodismo. Con el periódico Reforma debo estar toda mi vida muy agradecido. Me retiro aquel 24 de marzo de 1996, un domingo, con América-Cruz Azul y ellos me hablan el miércoles siguiente. Me dijeron "no se eche ningún compromiso, queremos que trabaje con nosotros". Y qué esquina me van a dar para vender el diario Reforma, les dije, "no, queremos que escriba". El 1 de abril de 1996 salió mi primera columna de Reforma: "Y Boni opina". También tuve la dicha de trabajar en Multivisión en el programa "Puro Futbol" y después me habló José Ramón (Fernández) para invitarme a TV Azteca. Estoy muy contento, muy tranquilo, llevo a cabo mi trabajo con gusto, con pasión. Hay ocasiones en que me siento desde las tres de la tarde y es la una de la mañana y me estoy parando después de ver los juegos porque esa es mi obligación.

*Bonifacio Nuñez nació en Pachuca, Hidalgo, el 14 de mayo de 1946.

Walter Gassire

Walter Gassire nació el 21 de agosto de 1946. Es un hombre que se hizo desde abajo y que tuvo la formación de una familia en la ciudad de Florida, en Uruguay. Su primera experiencia como jugador fue en un equipo infantil de su ciudad. Le gustaba, incluso, jugar en el campo, al ataque, pero después, llegado el momento de decidir, tuvo que tomar una determinación y eligió la portería.
“El ser portero, para mi forma de ser, tiene que ser un hombre con una personalidad diferente a todos”, asegura “El Flaco” Gassire.
Con sólo 15 años de edad, el equipo Peñarol lo reclutó en sus fuerzas inferiores, en donde permaneció 12 meses. A punto estaba de cumplir los 17 cuando Wanderers le ofreció su primer contrato como jugador profesional en 1963.
“Estuve dos años en ese equipo. Después estuve seis años en el Defensor Sporting”, recuerda el fantástico exportero del Toluca al tiempo que le viene a la mente el momento preciso en que tuvo contacto con México.
“Hicimos giras, incluso venimos a México en aquel momento y en el año 1974 tuve la gran fortuna de que dirigiera a Toluca, el profesor José Ricardo de León, con el cual ya había trabajado yo allá, en Uruguay”.
Esa temporada 74-75 fue para Gassire un sello indeleble. Fue el campeonato del mítico Cangrejo Rojo. Apodados así por un José Antonio Roca que nunca pudo descifrar la forma de juego de los “Choriceros”. Este equipo tenía un solo objetivo englobado en la oración favorita del profesor de León: “El asunto es ganar”.
“Soy campeón con el equipo de Toluca, nominado el mejor portero y montón de cosas. El portero menos goleado y estuve acá hasta el año 80. Pasé después al equipo de Atletas Campesinos en Querétaro”, relata el uruguayo.
“Dejé de jugar seis meses por una lesión en el tendón de Aquiles y un día, estando también el profesor de León con el Atlético Español, me vinieron a contratar. Tuve un paso ahí muy efímero, muy poco tiempo”. Walter Gassire sabía que el final estaba cerca pero decidió seguir probando suerte cuando el Tampico Madero lo compró. “Todos los equipos que defendí, los defendí siempre a costa de todo”, enfatiza orgulloso y sonriente.
Muy cerca de la Bombonera, del estadio “Nemesio Diez” de Toluca, a dos calles simplemente, hay un pequeño local comercial. Adentro está un hombre con la melena que esconde la blancura de las canas entre lo dorado de sus rizos y que hace tiempo dejó de hacer reverencia a su apodo, “El Flaco”.
Es él, Walter Gassire, quien analiza la llegada de su Minuto 91, el inicio de su retiro como jugador activo.
“En el año 80 tuve yo la desgracia, jugando con el Deportivo Toluca, de tener un problema bastante grave. Una operación cerebral a raíz de un tumor en el cerebro que me dejó imposibilitado en su momento. Me operaron y al mes y medio volví a jugar. En ese lapso estuvo mi Minuto 91 presente en todo momento. ¿Por qué? Porque no sabíamos que iba a pasar. Bendito sea Dios todo salió favorable y volví, al mes y medio volví a jugar”, relata emocionado y agradecido con la vida.
“Pero después, en el 83 el equipo de Tampico me contrata y hasta ahí llegó la actuación de Walter Gassire como profesional. No es fácil, uno se tiene que ir haciendo a la idea que todo comienzo tiene un fin. Fue difícil, difícil de tomar esa decisión pero sí tiene que llegar y en mi llegó y me adapté, me tuve que adaptar”.
Gassire no quiso volver a su país. En Toluca había hecho su hogar, se casó con una mexicana y fue en la capital del estado de México donde creó el negocio que lo ha mantenido desde que se fue del futbol.
“En el año 85 nace mi hijo, nace el hijo menor mío. Entonces llegó la hora de poner un negocio ya estable y pusimos este negocio con mi esposa”.
El negocio es una tienda de artículos deportivos que lleva el nombre del futbolista.
“Este negocio es un negocio de deportes que está relacionado a lo que yo realizaba. Toda la gente me conoce por el futbol, por lo que fue Walter Gassire. Tenía que poner algo relacionado con el futbol”, asegura mientras atiende a una clienta que le pide un uniforme completo de los Diablos Rojos para su hijo de seis años.
Además, Gassire fue más allá. También tiene una fábrica de ropa deportiva que le ha abierto otras oportunidades de negocio.
Rodeado de balones, uniformes, medias, tacos de futbol, espinilleras y un sin fin de accesorios, Walter Gassire pasa los días trabajando. Si algún día visita Toluca vaya a visitarlo y aprecie sus fotografías colgadas en la pared que marca el fondo del local y de paso conozca a Zidane, el perrito French Poudle que siempre acompaña a su dueño.
“Y bendito sea Dios, es el que nos ha dado de comer y el que está presente con nosotros”, aprovecha para decir este hombre agradecido.
En el 2009, el destino lo trajo de vuelta al campo de juego. Desde entonces es auxiliar de Héctor Hugo Eugui, su gran amigo, y juntos soñaron en grande con el equipo de Indios de Ciudad Juárez. Después tomaron al Toluca y estuvieron al frente del equipo de sus juventudes, con una ilusión única: volver a ser campeones vestidos con el rojo escarlata. Pero no lo lograron.
Walter ha vuelto a concentrarse en su negocio y sigue viviendo en Toluca.

El Cuate

Nombre: Ignacio Francisco Calderón González
Apodo: “El Cuate”
Lugar y fecha de nacimiento: Guadalajara, Jalisco. 13 de diciembre de 1943.
Posición: Portero.
Equipos: Guadalajara (1962-75), Universidad de Guadalajara (1975-80), Atlas (1980).
Selección nacional: Juegos Olímpicos Tokio 1964, Campeonato Mundial Inglaterra 1966 y México 1970.
Campeonatos de Liga: Guadalajara 1962, 1965 y 1970.

Inició a los 15 años con las fuerzas básicas del Guadalajara. Él y su hermano gemelo, Carlos, quien jugó de delantero, recorrieron los equipos juveniles de las Chivas hasta que llegó el debut de ambos.
Nacho debutó primero, en 1962, y le quitó la titularidad al legendario Jaime “Tubo” Gómez. Le tocó jugar y ser campeón con muchos de sus grandes ídolos, los miembros del “Campeonísimo Guadalajara”.
En 1964 es convocado por Nacho Trilles para jugar los Olímpicos de Tokio, en 1966 fue titular en el Mundial de Inglaterra 1966 y cedió su lugar en el último partido contra Uruguay para que Antonio “La Tota” Carvajal pudiera completar sus cinco mundiales como jugador.
En 1970, ya con gran fama a cuestas, defendió la portería nacional en la Copa del Mundo celebrada en México. No recibió gol durante casi tres partidos y medio hasta que cayeron los cuatro goles con que Italia eliminó a la selección en Toluca. Desde entonces le empezaron a llamar “Coladerón”.
Tras 13 temporadas con el Guadalajara cambió de equipo y su traspaso cambió para siempre el sistema de contrataciones del futbol mexicano. Su carta fue tasada en 3 millones de pesos que fueron pagados al contado por la Universidad de Guadalajara, equipo que recién había ascendido a la Primera División cuando le compró la franquicia al equipo Torreón. La U de G pagó 2 millones de pesos por la franquicia y la planilla de 20 jugadores, por esta razón la transferencia de Calderón fue de escándalo al costar el equivalente a equipo y medio de primera división.
Pasó cinco años con los míticos Leones Negros, alcanzaron dos subcampeonatos y fue nominado el Mejor Portero de la temporada 1976-77. Estos méritos lo hicieron soñar con jugar el Mundial de 1978, pero José Antonio Roca no lo convocó. Ahí sintió que ya no había nada que demostrar. Jugó tres meses más para el Atlas de Guadalajara y le llegó el Minuto 91.
Su gran fama y prestigio le abrieron brecha en la vida aunque a veces la soledad lo ha tambaleado. La Vida después del Futbol siguió su curso y, hoy en día, Nacho Calderón es un empresario exitoso. Su negocio es de textiles y fabrica blancos, cortinas y colchas para muchos hoteles en todo el país.

Es un hombre feliz y muy enamorado, siempre enamorado.

El Astroboy

Nombre: Ricardo Heliodoro Chavarín Dueñas
Apodo: “El Astroboy”
Lugar y fecha de nacimiento: Atenguillo, Jalisco. 3 de julio de 1951.
Posición: Centro delantero.
Equipos: Nacional de 2ª división (1969-71), Atlas (1971-75), Universidad de Guadalajara (1975-1982), Coyotes Neza (1979).

En Jalisco, el que no era mariachi era futbolista y Chavarín optó por lo último. Nacido en Atenguillo, su familia se mudó a Guadalajara cuando él era muy pequeño. Aprendió el juego en el barrio donde soñó con ser profesional para dejar a un lado a la pobreza que lo llegó a merodear.
El Nacional, que jugaba entonces en la segunda división fue su primer equipo. De ahí pasó al Atlas y le tocó descender. Al siguiente año los rojinegros volvieron y ese equipo dejó muy buena impresión a pesar de no ser campeones. En 1976 pasó a los Leones Negros de la Universidad de Guadalajara, donde fue dos veces subcampeón con una escuadra plagada de seleccionados. En este lapso fue prestado una temporada al Coyotes Neza donde jugó al lado de Carlos Reinoso.
Fue seleccionado nacional y formó parte del representativo que quedó eliminado en Haití para la Copa del Mundo de 1974 en Alemania.
Le decían Astroboy por su peinado, haciendo una comparación con una famosa caricatura japonesa de aquella época. El Gato Vargas fue quien lo bautizó y Ángel Fernández quien dio a conocer el apodo en sus crónicas para la televisión.
Fue un centro delantero muy rápido y de excelentes facultades que buscaba el gol arriesgando lo que fuera.
Su Minuto 91 llegó cuando sus facultades mermaron. Cuando se sintió lento y vio que tras de si, los jóvenes venían acenchando.
La vida después del futbol lo hizo trazar una nueva ruta. Trabajó como administrativo en el equipo Bachilleres de la Universidad de Guadalajara y también con los Leones Negros de Nacho Trilles, después fue burócrata y se desempeñó como funcionario del departamento de compras del Sistecosome (Metro de Guadalajara).
Actualmente tiene un negocio de artículos para bebé en el centro de Guadalajara y vive feliz con su esposa. Es padre de dos hijos, un hombre y una mujer. Ella está casada con el jugador Mario Méndez Olague. Chavarín ya es abuelo y no tiene problemas en la vida.

La Vida después del Futbol

El Minuto 91 es la metáfora del retiro de un futbolista. ¿Cómo llega ese Minuto 91?, ¿qué sentimientos despierta?, ¿cómo es La Vida después del Futbol?. En este espacio buscaremos a aquellos futbolistas que han dejado el campo de juego para continuar con el partido más complicado de los hombres: vivir la vida.